Al morir algún familiar, hay quienes piensan que los niños no
se dan cuenta de lo que sucede. Muchas veces se los excluye de todas las
conversaciones que giran en torno al tema, para ahorrarles el sufrimiento.
La realidad es que los niños perciben mucho más de lo que se
piensa. Aunque muchas veces no tienen la facilidad de expresarse con palabras, lo
hacen mediante síntomas o conductas poco habituales. Lo que está claro, es que ellos
comprenden que hay una pérdida cuando ésta se trata de alguien cercano, y no
siempre pueden verbalizar lo ocurrido como lo hacen la mayoría de los adultos.
Pero ellos también necesitan elaborar y darle un significado a lo que sucede,
por eso es fundamental incluirlos y darles información sobre lo ocurrido.
Es importante que la persona que comunique esta noticia sea
alguien muy cercano, para que cuando el niño la reciba se encuentre en un
entorno seguro. Lo ideal es que sean los padres quienes comuniquen la noticia.
Si los padres no pueden hacerlo, ya sea porque son ellos los que han fallecido
o porque no se sienten capaces, es necesario buscar a un abuelo, tío o familiar
cercano para que cumpla este rol.
Hablar sobre la muerte con el niño puede resultar muy difícil
y doloroso, pero cuando ha fallecido alguien del entorno, conviene hablarlo lo
antes posible, en un lugar tranquilo, silencioso y lo más conocido posible para
el niño. Hay que buscar un momento para explicar lo que ha sucedido de un modo
sincero, claro, sin indirectas ni explicaciones abstractas, para que el niño
pueda comprenderlo. Nunca se ha de mentir ni decir que esa persona se ha ido de
viaje. Ningún engaño respecto al tema puede ser beneficioso.
En casos en que la muerte haya sido por un suicidio, considero
necesario abordar la situación con ayuda profesional, ya que suele ser una
situación traumática para todos los miembros de la familia.
En cuanto a la expresión de emociones, recomiendo actuar con
naturalidad. No hace falta ocultar la tristeza. Es aconsejable darles el lugar
a los niños para que expresen sus propias emociones, y explicarles que está
bien que se sientan como se estén sintiendo, que es bueno expresarse. Lo
importante es que ellos perciban que está muy bien expresar los sentimientos, y
que no hace falta ocultarlos ni vivirlos en secreto, porque aunque duelan, son
sentimientos totalmente legítimos y respetables.
Por otro lado, aconsejo quitar todas las dudas que tengan los
niños, a medida que éstas les vayan surgiendo. Hay que respetar sus tiempos y
dejarlos preguntar todo lo que quieran, respondiendo con simpleza y sinceridad.
En lo posible, hay que intentar que les quede claro que no
están solos en esto. Es muy bueno poder hablar con naturalidad sobre la persona
fallecida con los niños, recordándola siempre que así se lo desee. No debe ser
un tema tabú ni se deben reprimir los sentimientos que su recuerdo suscita. Siempre
que los niños quieran hablar de esta persona, hay que darles el espacio,
escuchándolos y respetando sus tiempos, dudas y necesidades.
Respecto a los funerales y entierros, es muy importante
dejarlos decidir si quieren asistir o no. En el caso de que quieran ir, es
aconsejable explicarles de antemano en qué va a consistir el ritual, y
acompañarlos durante el proceso.
En resumen, tengamos siempre en cuenta que los niños también
sufren las pérdidas de los seres queridos, y que ellos a veces tienen modos
distintos de expresión. Respetemos sus emociones y sentimientos y brindémosles
un espacio seguro para expresarse libremente, mediante la comprensión, la contención,
el respeto y la calidez.