martes, 8 de septiembre de 2015

8 claves para poner límites a los más chiquitos

Poner límites es fundamental porque dan orden, seguridad y tranquilidad a los niños así como también a los adultos. Además, las normas son necesarias para que los niños puedan ir ganando autonomía gradualmente.

A continuación, brindo algunas ideas concretas que pueden servir de ayuda para poner límites de un modo positivo: 


1) Cada vez que el niño haga algo peligroso o inapropiado, debemos explicarle que eso no se hace, de un modo tranquilo y preferiblemente poniéndonos a su nivel físico (agachándonos) y mirándolo a los ojos. Es necesario mostrarse firme, sin dudar, pero estar calmado a la vez.

2) Es muy importante que en casos de niños muy pequeños, de uno a dos años, usemos frases cortas y fáciles de entender, acompañándolas con una gestualidad clara. (En este punto nos estamos refiriendo a niños que aún no hablan demasiado, ya que con los más grandes, las explicaciones sirven y ayudan a comprender el porqué de los límites y a asimilarlos con menor frustración.)

3) Tenemos que armarnos de mucha paciencia para repetir este procedimiento con calma cuantas veces sea necesario. Es bastante probable que la mayoría de los niños no entiendan a la primera e insistan en hacer lo que tenían ganas, pero de nada sirve gritarles o tratarlos mal. Aunque estemos nerviosos y cansados, o con poca paciencia, es muy importante que los adultos intentemos controlar nuestras emociones a la hora de educar. Aunque mucha gente siente ganas de gritar a los niños cuando no hacen caso, es mucho mejor respirar hondo y evitar hacerlo, porque ellos irán aprendiendo a relacionarse basándose en los modelos que reciban. Si queremos que aprendan a ser tranquilos y respetuosos, los primeros que tenemos que actuar así somos nosotros. Al auto regular nuestros impulsos, estaremos dando un buen ejemplo que poco a poco ellos irán incorporando. En casos de sentir que estamos por perder el control a causa de los nervios, conviene delegar la situación a otro adulto que se encuentre más relajado.

4) Es muy útil mostrar la alternativa positiva cuando estamos prohibiendo algo. Por ejemplo, si hay un niño pegándole a otro, podemos enseñarle a dar la mano o a acariciar en lugar de pegar. De este modo, le brindamos un modelo de lo que se puede hacer, generando una nueva alternativa positiva y quitando el foco de atención  de lo que no se debe hacer. En el caso de que no haya una alternativa posible, es muy útil distraerlo con otro escenario. Por ejemplo, si hay un lugar peligroso al que no puede acercarse, podemos mostrarle algo llamativo o proponerle una actividad que lo motive a distanciarse de allí.

5) La coherencia entre los cuidadores es fundamental para transmitir un mensaje claro. Es importante que los distintos cuidadores coincidamos en lo que prohibimos y permitimos a los chicos. Para ayudarles a asimilar los límites y a orientarse, necesitamos ponernos de acuerdo entre los adultos y transmitir el mismo mensaje, respetando las mismas normas.

6) También es necesario que haya una coherencia con uno mismo en el adulto. Es decir, intentar coincidir a lo largo del tiempo en lo que permitimos y prohibimos. Se puede ser flexible y a la vez coherente. Hay reglas que deben ser modificadas cuando notamos que pierden el sentido. Lo que no sirve de nada es prohibir algo rotundamente y al día siguiente permitirlo y luego volver a prohibirlo y luego permitirlo otra vez. Este tipo de oscilaciones genera bastante confusión e incertidumbre a los chicos.

7) Es muy productivo irles explicando gradualmente, según su capacidad comprensiva, las consecuencias naturales de sus actos. Si la única respuesta que tenemos ante una conducta inapropiada es el castigo, estaremos dejando de lado lo más importante: que el niño comprenda que sus acciones tienen un efecto por sí mismas, más allá de lo que el adulto pueda hacer a partir de eso. Los castigos muy frecuentes generan frustración y rabia contra el adulto, y erosionan el vínculo cuando son una práctica habitual.

8) No hay recetas mágicas para educar y es probable que los educadores nos equivoquemos muchas veces en este arte, pero recordemos que con la violencia no lograremos nada positivo. Tanto gritar como pegar a un niño es algo que tiene efectos negativos. El maltrato infantil daña la autoestima y los vínculos del niño. En cambio, el trato cariñoso, la paciencia y el buen ejemplo generan hábitos positivos a largo plazo y sirven para que los niños puedan ser respetuosos y felices a la vez.

9) En caso de detectar que hemos actuado mal al intentar poner límites, no dudemos en pedirles perdón. De este modo, los niños irán aprendiendo que los adultos también nos equivocamos pero que, a pesar de eso, podemos ir mejorando siempre. Además estaremos dando un buen ejemplo respecto al reconocimiento de los errores propios.




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