Muchas vecen los padres nos sentimos agotados e inseguros sobre nuestras
capacidades como educadores, incluso juzgados por nuestros amigos o parientes
cuando nuestros hijos se “portan mal”. Esto puede conducirnos a actuar de un
modo impulsivo y errado, para intentar frenar aquellas conductas que no nos gustan.
Algunos adultos sienten que no saben poner límites a sus hijos, y ante tal
frustración, terminan diciendo cosas que pueden generar grandes heridas
psicológicas en los niños.
Los invito a reflexionar sobre las muy negativas consecuencias psicológicas
de las siguientes frases:
1)
“Si haces (tal cosa)
le diré a (x) que venga a buscarte y te lleve”: El mensaje implícito
aquí es que si ellos no se portan como nosotros queremos, los abandonaremos. Es
terrible criarse creyendo que hay un “señor malo” que me puede llevar si no
hago caso. Este tipo de amenazas generan una gran desconfianza en quienes se
supone que están para protegernos. De este modo, los chicos se sienten poco
seguros, indefensos y muy ansiosos.
2) “Siempre te portas mal/ nunca haces nada bien”: Las palabras
“siempre”, y “nunca” son extremas y absolutas. Abarcan todos los tiempos. Que a
un niño le digamos esto, le genera una gran frustración, porque seguramente ha
hecho muchísimas cosas bien a lo largo de su vida, y en esta frase queda
implícita la falta de reconocimiento de su bondad innata. Es una etiqueta que
no hace otra cosa que generar rabia y baja autoestima.
3) “Sos malo/tonto (o cualquier otra etiqueta peyorativa)”: Estas frases son un
golpe bajo a la autoestima de cualquier niño, sobre todo si provienen de sus
padres o cuidadores más cercanos. Además de generar un gran sufrimiento, pueden
desencadenar la famosa “profecía auto-cumplida”: una falsa creencia que, directa o indirectamente, lleva a su propio cumplimiento. Los niños pequeños suelen
creerse lo que les dicen sus padres. Si un niño se cree malo, por ejemplo, es
posible que termine actuando como tal, por el simple hecho de sentirse malo y
querer confirmar su identidad. (Ah… ¿soy malo? Entonces pego, porque eso hacen
los malos.) La frustración y bronca que generan estas etiquetas, pueden generar
bloqueos emocionales acompañados por conductas que confirman tales insultos.
4) “Sos tan
(característica negativa) como tu madre/padre”: Al decir una cosa
así, estamos enviando varios mensajes negativos. En primer lugar, estamos
insinuando que hay un conflicto en la pareja, que el hijo no tiene por qué
mediar. En segundo lugar, estamos etiquetando al niño, y ya hablamos anteriormente
sobre las consecuencias de las etiquetas negativas. Por último, estamos
haciendo que el niño pueda sentir desprecio hacia ese padre “defectuoso” por
tener tal característica.
5) “Ojalá fueras más parecido a tu hermano”: En esta frase queda
implícita la idea de que ese otro hermano es mejor. Por supuesto que esto hiere
la autoestima de los niños, pero no solo eso…sino que también daña la relación
entre hermanos. Ya de por sí, entre los hermanos suele haber competencia y
celos gran parte de las veces. Esto es natural. Pero si un padre los compara
con este tipo de frases, puede incrementar aún más la rivalidad, además de
dañar la autoimagen del hermano juzgado
como inferior.
6) “Me das vergüenza”: La mirada de los padres es una pieza
fundamental en la construcción de la identidad y la autoestima de las personas.
Sentir que tu padre se avergüenza de ti, puede ser una causa de gran
inseguridad personal. Muchas veces, cuando no les prestamos suficiente
atención, los niños nos la piden a gritos, haciendo todo tipo de payasadas. Otras
veces, corren, gritan, saltan y hacen ruido por el simple hecho de ser niños.
Sea cual sea la causa de estos comportamientos, no conviene hacerlos sentir
avergonzados por ellos. Es mejor brindarles la atención que piden y darles un
espacio para que puedan sentirse importantes y protagonistas. Además, debemos
ir explicándoles, según su capacidad de comprensión, que hay cosas que se
pueden hacer en algunos lugares y situaciones solamente. Es necesario ser
claros y específicos cuando explicamos estas cosas. Los adultos muchas veces
damos por sentado que los chicos ya saben qué es lo que se espera de ellos en
cada situación, pero la realidad es que muchas veces nos olvidamos de darles
pautas claras y específicas. Si le decimos con frecuencia a un niño que nos
sentimos avergonzados de él, le generaremos inseguridad y baja autoestima.
7) “Cuando llegue tu (papá/mamá) te las vas a ver….”: Con este tipo de
amenazas, los niños terminan internalizando una imagen negativa y errada de sus
padres. El que hace la amenaza pierde autoridad, y el que se supone que lo
castigará pasa a ser el “poli- malo”, temido y amenazante. No tiene sentido
generar miedo a nuestros hijos, porque si actúan en base al temor a ser
castigados, no aprenderán a razonar y a comprender las consecuencias naturales
de sus actos. A la larga, es mucho más productivo enseñarles a hacerse
responsables de sus actos mediante el diálogo abierto y paciente.
8) “Ojalá nunca hubieras nacido”: Más allá del trabajo
y enojo que pueda generar un hijo, NUNCA deben usarse frases de este tipo, ni
en chiste. Si un niño se cree esto, lo haremos sentir miserable. Sentirse no
deseado puede ser la causa de muchísimos trastornos psicológicos y sentimientos
crónicos de culpa. Todo niño necesita sentirse amado por sus padres.
9) “Si sigues haciendo esto, te dejaré de querer”: La incondicionalidad
en el amor de los padres debe ser expresada por ellos y comprendida por los
niños. Un niño debe sentir que haga lo que haga, bien o mal, sus padres
seguirán queriéndolo igual. Con el amor no se puede negociar. Este tipo de
manipulación emocional genera falta de espontaneidad en los niños. Al
chantajearlos así, lograremos tener hijos inseguros, ansiosos y poco conectados
con sus propias necesidades, todo a costa de lograr nuestra aprobación, para
ganarse nuestro amor.
10) “Cuando yo tenía tu
edad, ya sabía (…cualquier actitud/destreza deseable)”: Este tipo de
comparaciones es muy injusta. En primer lugar, porque todos somos distintos, y
tenemos distintos tiempos de maduración. En segundo lugar, hay quienes tienen
dificultades de aprendizaje, ya sea por causas emocionales o de inteligencia.
Sea cual sea la causa de que nuestros hijos aún no hayan alcanzado esa destreza
que consideramos indispensable para su edad, no se lo reprochemos. Es muy
frustrante sentirse inferior a lo que se espera de uno. Además, este tipo de comparaciones
impedirá que los niños disfruten de sus logros, porque nunca les serán
suficientes en comparación con esa imagen idealizada que les estaremos creando
de cuando nosotros éramos menores. Crecerán con un complejo de inferioridad que
les impedirá sentirse felices en muchas ocasiones.
11) “Pedrito
se sacó un 9. ¿Cómo puede ser que te hayas sacado un 6?”: Comparar a los hijos
con sus amigos también genera complejos de inferioridad. Por los mismos motivos
mencionados anteriormente, no conviene comparar jamás a los niños. Por el
contrario, debemos alentarlos destacando sus puntos fuertes, para subirles su
autoestima y para evitar que relacionen el proceso de aprendizaje con
frustración. Hay un término muy estudiado: “las inteligencias múltiples”. (Ya
me explayaré en esto en otro artículo). Para resumirlo muy brevemente, la idea
principal es que hay muchos tipos de inteligencia, y todos tenemos algunos
tipos más destacables que otros. Hay quienes son superdotados lingüísticamente
pero tienen alguna dificultad con los números, por ejemplo. O viceversa. Y de
nada sirve hacer hincapié en las carencias. Es mejor aprovechar las
potencialidades de los niños e incentivarlos a progresar en lo que son buenos, y
enseñarles a esforzarse en aquellos ámbitos que les cuestan más, pero sin
denigrarlos jamás con comparaciones de este tipo.
12) “No llores, (los
hombres no lloran/no es para tanto)”: En primer lugar, los hombres si lloran
y eso está bien. En segundo lugar, si alguien llora, es porque algo lo amerita.
Llorar hace bien cuando surge la necesidad de hacerlo. Por el contrario,
reprimir continuamente las emociones para ser aceptados socialmente es opresivo
y asfixiante. Los problemas de los niños son tan grandes como los de los
adultos. Cada etapa de la vida tiene sus dramas y dolores, y minimizarlos solo
ayudará a que los niños vayan creciendo con sus emociones relegadas, para poder
cumplir con las expectativas de los mayores. Por otro lado, los niños aún no
han desarrollado la capacidad de calmarse a sí mismos. Ellos nos necesitan para
aprender a regular sus emociones con aceptación y bondad hacia sí mismos. Si
notan que empatizamos con sus emociones, irán aprendiendo a regularlas con el
tiempo y a estar conectados con lo que sienten. Poder identificar las emociones
y hablar sobre ellas es muy beneficioso para el desarrollo sano.
Estas son solo algunas de las frases que debemos omitir en la educación de
los menores. Seguramente existen muchas otras. Los invito a compartir las que
se les ocurran, para generar conciencia del daño que las palabras pueden hacer.
Este artículo tiene la intención de concientizar a todos los educadores
sobre este tema, no para generar culpa sino para prevenir. Muchas veces, los
adultos repetimos lo que hemos aprendido que es normal, pero el hecho de poder
reflexionar sobre estos asuntos, abre puertas a que vayamos mejorando los
estilos de crianza.